Tuesday, July 04, 2006

La prima Loly




—Apúrate po, weona, que te vay a quedar sin postre.

Con lo que me gusta el dulce, esa es una amenaza letal para mí. Yo, que últimamente ando lenta, gorda y perezosa, como decía mi profe de historia del colegio, hago mi mejor esfuerzo atlético para llegar al manjarate. Cuando ya pienso que está todo perdido —porque la estampida causada por mi hermano, mis primos y los colados de siempre ya se abalanzó sobre el mesón— la voz anterior me salva.

—A la Conty le gusta el manjarate, así que le dejan los weones.

Es la prima Loly a punta de cucharazos en las manos. Ella es la dueña de la casa en asalto, autora del manjarate y de los otros 2.347 postres que degustamos, pastelera incansable y empresaria incipiente del rubro de las exquisiteces.

La prima Loly es un chiste, literalmente. Como todas mis primas, hermanas y demases, la prima Loly perfectamente podría ser mi mamá. De hecho, tiene hijos 5 años mayores que yo. Hija de la hermana de mi mamá, siempre la han molestado con que la cambiaron al nacer, porque es IGUAL a Patty en muchos ámbitos. Maniática de la limpieza —tampoco puede hacer la cama sin sacar la sábana de abajo— y estresada con el orden, también se ataca porque “esta juventud de hoy” —dentro de la cual estamos sus hijas, primas y sobrinas— sale hasta altas horas de la noche. Al igual que mi madre goza haciendo que la gente coma y, para más remate, tienen los mismos ojos y se llevan recontra bien. Iba a ser mi madrina, pero Patty finalmente optó por una de sus primas que con suerte se acuerda de mis cumpleaños una vez cada cinco años. A la Loly no se le ha olvidado ninguno.

Cuando yo era chica, la prima Loly llegaba todas las navidades y cumpleaños con poleras Benetton. Para mí, asidua de Patronato, el tema era todo un festín. Si a eso le sumamos su tremenda casa con piscina, la prima Loly era la pariente millonaria que toda cabra chica admira.

Pero no se engañen. La prima Loly, más que Mary Rose es una Martuca. Si el diccionario de la RAE aceptara la palabra “chucheta”, claramente al lado aparecería su foto. Porque la prima Loly es así… buena pa’l tandeo, la reina de los chistes y el alma de las juntaciones Peñalozescas. Porque siempre anda organizando almuerzos y todos los que algo tenemos que ver con el apellido Chamy sabemos que el 25 de diciembre está reservado para la porotada bailable con piscina que hacemos en su casa. El que no va, se arriesga a ser desheredado. Bueno, por lo menos a perder el saludo y las bendiciones de una familia donde la casa de la prima Loly es un templo a Dionisio.

Por eso, no hay aspirante a pololo que no pase por la sentencia de la prima Loly. “Caído del catre lo encuentro”, “Buen cabro, pero muy santiaguino”, “Pasa’o pa la punta” y “Un poquito aweonao” son algunos de los veredictos que la prima ha sentenciado. Más de una vez la hemos pillado diciéndole con tono amenazante “No la hagái sufrir, weón, que te echái encima a toda la familia”. Poniéndose en los zapatos del pobre pollo que viene recién entrando a los banquetes familiares, sólo falta la cabeza de caballo y la silla de director con el letrero “Coppola” para que el cuadro se complete.

Con esa misma boquita come pan y reza el rosario. Porque la prima Loly, en su espectro multifacético, además de microempresaria pastelera, contadora de chistes y médium amorosa es también una devota creyente. Schöenstattiana de corazón, no hay milagro, eventualidad o casualidad que no le atribuya a la “Mater”. Desde llaves perdidas hasta las vidas de cuanto cabro chico se ha caído a la piscina.

La verdad es que no se me había ocurrido escribir sobre a prima Loly hasta que ella —luego de leer el post sobre el Babyshower hecho en su casa— me pidió, más bien me exigió un pequeño homenaje. Y en realidad, tiene razón. La familia no sería la misma si no existiera la prima Loly. Nos veríamos mucho menos, envejeceríamos más rápido y el pelambre sería más débil. Viña no sería lo mismo sin la prima Loly. Porque pucha que conoce gente esta cabra. Es amiga de cuanta vieja viñamarina existe, desde la señora que vende pasteles al lado de la iglesia de Reñaca —sí, el mall ese— hasta la tía Sonia. Esa misma. La mamá de nuestro campeón olímpico.

Así que cumplí con el compromiso y decidí diversificar mi rol de “niñita de los mandados” más allá de los artículos por los que me remuneran. Pero estos así dan gusto, porque la prima Loly es de esos personajes dignos de post. Aunque, créanme, ni García Márquez podría retratarla tan fidedignamente como para que se la imaginen.