Wednesday, May 31, 2006

La bruja artificial


Continuando con la saga de potenciales personajes para mejorar el gremio de guionistas de teleseries —el primero y muy exitoso fue el Yago Edípico—, ahora llega nuestro segundo exponente: la bruja artificial. Pero este tiene un plus: está autoinspirado.
Sí señores, soy una bruja. ¡Y de la peor calaña!, de esas con la verruga en la nariz y la risa demoníaca. De esas mismas soy yo.

Pasé de “exquisita eficiencia” a “maldita bruja” en menos de una semana y todo por ser —o tratar de ser— buena onda y salvar una amistad hundida. Yo no entiendo cómo tengo amigos si soy tan mala. Cómo mi familia me soporta y cómo tengo pega si soy incapaz de querer a nadie.

A mis nuevos lectores —post aparición en lun— les pido que no se espanten, porque soy una bruja, sí, pero una bruja artificial. (Y lean “Fucking new year” y “Matrimonio ABC1” para hacerse una idea del blog e su mejor momento).

Les explico de inmediato: la bruja artificial tiene polvitos de inseguridad que esparce por las vidas de los que más quiere. Por su condición intrínseca —de bruja, digamos—, daña, hiere y destruye a los que la quieren porque ella es incapaz de querer.

Aunque tiene competencia —y de la buena—, ante los ojos de la víctima, ella es la única fuente de sus males. Porque esta es una bruja de pecho comparada con otras, las que lo hundieron en la inseguridad desde un principio: las brujas Yocasta. Bueno, pero esas no cuentan, porque han tenido tanto tiempo el dominio de la mente de la víctima que ellos las consideran su mayor bien y tienen una relación casi simbiótica con la que la bruja virtual no puede —o se cansó— de competir.

Además de los rollos mentales, la bruja artificial es alimentada con los comentarios de familiares y “amigos” —sí, bien entre comillas la verdad— de la víctima que la encuentran lo peor. Esos que siempre lo sobreprotegieron y le achacan a ella todos los hechizos y depresiones que pueda tener el pobrecito niño: desde su indiferencia ante la vida hasta su ilustre cesantía… todo por culpa de la maldita.

Pero lamento comunicarles que la bruja artificial sólo existe en la mente de quienes necesitan proyectar sus problemas en otros —dícese, artificial—. Quienes tienen sus propios fantasmas de los cuales escapan extrapolándolos en la carne y los huesos de una bruja artificial.

Porque ellos son capaces de echarlo todo por la borda, de no encontrarle nada bueno ni recordar que el 80% del tiempo esa bruja los hizo felices. Porque la bruja trae consigo un chip de “Delete” de todos los momentos notables, como ver un DVD abrazados debajo del plumón; escaparse a Papudo y tener que volver el mismo día porque nada estaba a la altura de la víctima ABC1 que es; caerse del caballo —y terminar con una contusión en la espalda hasta el día de hoy— por tratar de integrarse a su hobbie de perseguir rumiantes; ayudarlo en cuanto trabajo necesitó para que sacara su misma carrera pero en la mitad del tiempo; y hacerlo reír… tantas veces como fuera necesario y tantas veces como él la hizo reír a ella. No, esos son detalles obviables… volvamos a la bruja.

Maldita bruja inteligente, no acepta los alegatos y la muy patuda utiliza la legítima defensa diciendo que hay una lista muy grande de gente en la vida de las víctimas que los volvió inseguros, mucho antes que ella —partiendo por Yocasta— ¡Cómo si le fuéramos a creer!

Brujilda del demonio… pérfida y sin corazón. Qué fácil es crear un personaje como ése y qué difícil reconocer que las relaciones humanas se componen de dos —a los narcisistas y esquizofrénicos los dejamos fuera de este tema— y que los errores no son atribuibles a una sola persona, demonizada y maldecida. Siempre es más fácil echarle la culpa al otro —¡vade retro Belcebú!— y no ver lo débiles que somos, con esa misma actitud.

Porque brujilda nunca se olvidó de algún aniversario ni dejó de acompañarlo a una misa trascendente “porque le daba lata”. Tampoco dejó que su familia se metiera en decisiones importantes ni lo abandonó en una fiesta, mucho menos lo dejó botado —literalmente— en el cumpleaños de su mejor amigo porque estaba tan curada que ni se acordó que andaba con él. A ver… un momento… ¿quién es la bruja y quién es la víctima? Hagan sus apuestas.

"Pensar que ya no puedo ni adorarte como antes
porque estoy ocupado en culparte...
Quemándome en silencio entre el odio y el rencor
fui abriéndote una causa en mil hojas de dolor...
Culpable... ¿Sos la única culpable?
Yo te acuso y te maldigo, te destierro de mi alma y mi corazón..."
(Vicentico)


PS: Siempre recordando que este Blog es una mezcla entre realidad y ficción, este post está dedicado a todas las personas que fueron atacadas por aquellas a las que algún día quisieron mucho. Daniella, Titi, Patty Maldonado, Carlita… este blog es para uds. BOOM BOOM

Sunday, May 28, 2006

A primera vista


Yo no creía en la atracción así, sin más, de una… hasta hoy. Fue tan simple, tan perfecto. Andaba yo de paseo por uno de los atestados suburbios santiaguinos, ocupando alguno de mis minutos en que creo tener vida y él, bueno, él simplemente estaba ahí.
Yo, despistada como siempre, iba pensando en cualquier cosa menos en encontrar alguno como él, hasta que nos topamos.
No sé si definirlo como “amor” —“¿Y qué es amor, qué crees tú que significa amor?”, como diría nuestro trovador criollo, Alberto Plaza— pero lo quise desde el momento que entró en mi vida.
No es que yo sea demasiado Light —sólo un poquito, en su justa medida— pero era increíblemente atractivo. Con un modelito como ese cualquier mina se daría vuelta en la calle a mirarme, muertas de envidia porque yo me lo conseguí y ellas… NO.
Y me acerqué, decidida —a ver si esta vez mi postura cool de “yo tomo las riendas” por fin resultaba—, lo miré y entendí que claramente sería mío. Costase lo que costase, valiera lo que valiera, sangre, sudor y lágrimas, pero sería mío a como diera lugar.
Cerré los ojos y escuché a Pedro Aznar diciéndome: “Cuando no tenía nada deseé...” y oh sí… yo lo quería, yo lo deseaba ahí, a un metro suyo y sin siquiera conocerlo. Sabía que después de haberlo visto no podría vivir sin él, mi vida no sería la misma.
Llegué a su lado, lo enfrenté y sin dejar de ponerle los ojos encima, dije:
—Hola
Sentí que me necesitaba tanto como yo, y no me equivoqué.
—Es lindo— me dijo mi migui Vale, que había llegado al lugar de los hechos ante mi petición de auxilio por indecisión.
—Sí… es lindo, es muy lindo— dije, sin dejar de mirarlo.
—Te queda súper bien y si pagas al contado puedo hacerte una buena rebaja.
La voz de la vendedora interrumpió mi momento mágico. Antes éramos sólo yo y él, el reloj. Ahora ella se interponía y traía a colación el vil dinero.
—La verdad es que me he gastado mi primer sueldo como enferma— le dije a ver si se compadecía de mí y rehacía una rebaja que no coartara mi insuperable amor por ese lindo, redondo, brillante e inigualable reloj.
Ese que desde la vitrina gritaba “cómprame”, susurraba “seré tuyo” y expelía olor a estilo. ¡Y se veía tan bien conmigo!
Ese que lograba lo que ningún hombre jamás logró: complacerme al 100%, hacerme feliz. Porque él estaría ahí en las buenas y en las malas, en salud y enfermedad, en riqueza y en pobreza, hasta que las pilas nos separen.
No había por donde perderse. “Acepto”, dije a la oferta de la vendedora que a esa altura ya era íntima amiga mía.
No sé con qué me sentí mejor, si con ponerme mi nueva adquisición en la muñeca o guardar la antigua en una caja que quedaría perdida en el último lugar de mi clóset o regalada a alguien que lo necesite —y lo quiera— más que yo.
Y me fui feliz, realizada. Sólo por hoy me permití ser una material girl, y me encantó. Yo y mi nuevo objeto del deseo somos una pareja de lo más feliz: no alega, no pone problemas para comer conmigo, de vez en cuando da la hora, pero cumple bien su función. No tiene una madre que se interponga entre nosotros y me acompaña a todas partes. No alega por ir a Viña y sobre todo, está a la altura de las circunstancias y eso ya es un gran, pero gran logro.

Saturday, May 20, 2006

La DIGNIDAD empieza por casa (propuesta para los excedentes del cobre)


Estoy furiosa. Los que me conocen saben lo que eso significa, así que lo siento, pero si quieren un post agradable y divertido, cámbiense de Blog porque este no lo es.

Insisto, estoy furiosa, mientras dos quiltros paupérrimos se pasean por la sala. Corren, se muerden, juguetean, se me acercan. A esta altura tengo ganas de pegarles una patada —sí, ódieme la sociedad protectora de animales—, pero me contengo. Salen arrancando, ha llegado un nuevo quiltro que alguna vez tuvo un ancestro siberiano o akita… con tiña. Esto ya es una chacra… o sea, no estoy ni en la plaza de armas ni en la de la Constitución. No estoy en el Paseo Ahumada ni en el monumento a Prat. No. Estoy en un HOSPITAL, en la sala de URGENCIAS del hospital Gustavo Fricke, en Viña del Mar.

Mi abuela —no de sangre, pero sí de corazón— tuvo un dolor al pecho fuerte. Para los que no conocen a “la Viejita” es una “Lola” de 83 años, simpática, simple, divertida y soberanamente dulce. Como no es alharaca y además del dolor, apenas podía caminar sin cansarse, decidieron descartar una neumonía.

Llevamos una hora esperando y nada. Luego de un café, un jugo y dos mankekes, la poca paciencia que tengo se me está acabando. Voy a botar los envoltorios de mi vituperio cuando me topo con un basurero atiborrado. Claramente no lo habían limpiado en todo el día (son las 9 de la noche), pero por lo menos está debajo de un cartel que dice "Protéjase del Hantavirus". "¡Qué bonita forma de enseñarle a la gente!", pienso yo.

La hora sigue pasando y la idea de que se viniera en ambulancia Help era que tuviera una atención más rápida. Vaya que sí. Por votación unánime la periodista debió acercarse al mesón y preguntar por ella.

Una señora regordeta, “rubia” —si, entre comillas y bien entre comillas— y con pinta de “no estamos para atenderlo” me contesta que no hay nadie con ese nombre. Como el ambiente no era de lo mejor —no es que esté acostumbrada a la Clínica Alemana o Las Condes, pero por lo menos podría ser un poquito más higiénico el asunto—, me salió el ogro que llevo dentro:
“Cómo que no, si entró hace una hora y en ambulancia”
“No. Acá no”
Cada vez se me va desfigurando más la cara.
“¡Có-mo-que-no! Le dicen que entró con Help y la ingresaron"
Otra vieja, esta vez “colorina” escucha desde la silla del lado. “Ah, la señora que no se llamaba así”
Ah no, yo la conozco hace 22 años y fíjese que siempre se ha llamado así. Mire que interesante, además de recepcionista es oficial de registro civil la señora.
“Que sí se llama así”
“Ah bueno, pero no la ingresamos así”
¡Como si el problema fuera mío y no de la idiota que puso mal el dedito en el teclado! Que, dicho sea de paso, era ella misma.
Entre todo llegó un guardia gordito con cara de buena persona. “Cómo se llama la señora”. Antes que le contesten una aberración, le grito el nombre yo. “Voy a ver, al tiro vuelvo”.

Efectivamente, estaba, no la habían abducido, no se la había tragado el water, ni la máquina de rayos X la había pulverizado. Estaba ahí, en el box 4, ardiendo en fiebre y con una pleuroneumonía. Todavía no sé que es, pero sí sé que es peor que una neumonía y que la dejaron hospitalizada.

Cuando logré entrar —habían tratado de dejarme afuera, pero “eskiusmi”, no contaban con mi astucia— casi me voy de poto. La impecable “higiene” del lugar no se quedaba sólo afuera, no. No me hubiesen importado tanto las pareces corroídas, las manchas de sangre y los corazones “Brayatan y Yoselyn” en las paredes, si no hubiese entrado al box 4 —escrito en un cartón de caja, con plumón rojo y pegado con scotch en la puerta— y hubiera visto lo que vi.

El box estaba dividido en dos por una “cortina” —llámese sábana con hoyos puesta en una barra como de tina de baño—. A un lado un señor que se quejaba como de muerte, al otro, mi abuela. No es porque sea ella, pero es lo más linda que hay. Hasta con fiebre y en ese hospital de mierda.
La vamos a tener que hospitalizar, sáquese la ropita y póngase este camisón”. Insisto, no es que me hayan criado en la Clínica Las Condes, pero esa cagada de camisón con las mangas cortadas con tijeras tipo “casero me sobró un saco de papas, se lo dono al hospital”… ¡o sea! Bueno, no es tan terrible, por lo menos está limpio —y por eso roguemos al señor—. Se lo ponemos y ahí se queda, tranquilita, tapadita.

No llegan nunca a enpezarle el tratamiento y por mientras ya se levaron al caballero de la cama del lado, entraron otro que están nebulizando y en el lavamanos —que queda para el lado de la Vieji— se lava la cabeza ensangrentada un tipo al que asaltaron o chocó, no me quedó muy claro y tampoco pregunté.

Con suerte las jeringas son nuevas, pero todo lo demás “huele a podrido” de viejo, como diría mi amigo Hamlet.

Y lo encuentro el colmo. Más aún cuando nos avisan que “no hay cama” asíq ue se tendrá que quedar en esa camilla mugrienta all night long. Por supuesto que con la luz prendida y con cuanto enfermo de urgencia le pongan al lado. Si tiene suerte en una de esas le toca hasta un infartado, vaya uno a saber.

Los ojos se me llenan de lágrimas y salgo de la sala. Ella no se lo merece. En realidad nadie. Recuerdo que en la Universidad alguna vez me enseñaron de la DIGNIDAD ONTÓLOGICA, esa que tiene uno “per sé”, por el solo hecho de ser persona. Mi viejita tiene mucho más que eso, es la persona más digna que conozco y está ahí, botada en una mugre, literalmente, de hospital.

Nunca he sido populista —me caracterizo por ser todo lo contrario— pero ¿qué chucha sacamos con convertirnos en el país más rico de latinoamérica, con que crezca la inversión extranjera, con tener el cobre a US$4 la libra, si en las cosas simples, en las necesidades básicas, no tenemos DIGNIDAD?

¿Y no saben qué hacer con los excedentes del cobre (que por lo demás superan con creces la regla del superavit estructural como para que sigan ahorrando eternamente)? ¡Tienen que formar una comisión de “expertos” y hasta andan ofreciendo préstamos a otros países! Señora Blanlot, estimada ministra, por qué antes de andar tratando de solucionarle la deuda a los países del tercer mundo no se da una vuelta por alguna posta de este que pretende ser del primer mundo. Porque claro, la caridad empieza por casa y no sacamos nada con tanto TLC, tanta carretera nueva, tanta inauguración de última hora y tanto paseíto por Isla de Pascua —con collarcito y bailecito incluido— si la gente, en sus necesidades básicas no tiene DIG-NI-DAD.

Tan de moda que están los derechos humanos y éste, que es bien fundamental, parece secundario. Habrá que estar muerto, salir en los medios o escaparse en balsa de alguna parte para tener derechos humanos, digo yo.

Y ojo, que yo no soy UDI ni nada por el estilo. A mí “mi Presidenta” —y lo digo textualmente— me cae bien, pero dónde cresta están las prioridades, dónde cresta están los recursos… dónde está la alegría… ¿o todavía no viene? ¿Acaso no tenemos una Presidenta doctora y ex ministra de Salud?

No sé, pero mientras yo escribo esto una de las personas que más me importan en el mundo está sufriendo de una manera francamente indigna y eso es algo que ni los 20 mil millones de dólares de excedentes del cobre pueden recompensar.

Tuesday, May 16, 2006

La metafarándula


No sé si Francisca García Huidobro se habrá leído “Niebla” de Miguel de Unamuno. No creo. Probablemente Julio César sí. Él, tan culto, se lo ha leído todo. Él, que hace tres años se paseaba por cuanta escuela de periodismo había contando su proeza en La Nación domingo. Él, que mártir del periodismo renunció en masa junto a todo su equipo porque fueron censurados por los dueños del diario —el gobierno, digamos—. Él, que hablaba de que todos tenían que perseguir sus ideales y NO VENDERSE AL SISTEMA —no le estoy poniendo, yo estuve ahí, lo escuché y creo que hasta lo tengo grabado—… él poh, Julito César.

Si señores, el mismo que hablaba de “la basura capitalista que nos venden en la televisión” tres años después hasta baila en Rojo. Jurado de cuanto programa chanta hay ahora tiene su propia versión chilensis de un late night y se pasea en Jaguar —sí, el mismo “compañero Julio César” de la Universidad— por las calles capitalinas.

No muerdas la mano que te da de comer, dicen. Y claro, Julito no sólo se vendió al sistema, sino que también se convirtió en un hombre deseado —para que vean el grado de necesidad que han llegado a tener las chilenas—. “Es por su bla blá”, señaló la catedrática farandulera MBA en cahuines y PHD en vida ajena, Alejandra Valle mientras Francisca García Huidobro lloraba por los pasillos de SQP.

El deseado Julio César no sólo se tragó el escupo que alguna vez tiró al cielo, sino que se convirtió en uno de los personajes de ese “desagradable, molesto, rasca y turbio” ambiente: el de la farándula.

Pobre Francisca. Ella, una actriz de comedias muy talentosa, jamás sobreactuada y con un desempeño deslumbrante en las tablas nacionales, por esas cosas de la vida —y la poca visión de los directores de este país— terminó como panelista de la hoguera del star system nacional. Y le resultó: el único papel exitoso que ha hecho en su vida es el de la dura y pesada panelista de SQP. Todo iba bien, hasta que se metió con Julio César, tuvieron un hijo, se separaron y él anduvo de lo más forongo paseándose en Buenos Aires con su nueva conquista: una modelo. ¿La diferencia entre Rodríguez y Zamorano? Cinco años de estudios y el número de tintura de la acompañante. Además del talento… de Zamorano para jugar a la pelota, por supuesto.

Y ¡Oh! Cazadores cazados. Los personajes de esta teleserie —porque novela le quedaría un poco grande— se le revelaron a sus narradores, cual Augusto Pérez —Fran, Chico Pérez, Pamela o alguno de los panelistas del programa… es el personaje principal de Niebla. Si no lo ubican métanse a google, pongan “Miguel de Unamuno” y Niebla y les aparecerá algún resumen—. Discurso y vida no concordaron y los buitres se convirtieron en carroña para los tabloides criollos. Que irónica la vida, ¿no?

“No voy a hablar del tema, no me importa que me encuentren inconsecuente pero en este minuto el bienestar de mi hijo es lo más importante”, exclamó una dolida Francisca. Pero Fran… te apoyamos. En serio, seguimos tu causa y levantaremos banderas de lucha por ti.

Tal vez no podamos entender por qué te “ofendió” que te preguntaran por el episodio “Julio César en BAires” si tú te ganas la vida hablando de la vida del resto. Tal vez tampoco nos resulte fácil comprender por qué alguien que estudia una disciplina artística —generalmente por vocación— termina hablando tonteras en la tele. Pero lo que sí nos queda claro es que ver al padre de tu hijo de portada de LUN con “la otra” cuando “todavía quedan restos de humedad”, como canta Amaya es suficiente justicia divina como para echarle más leña a la hoguera.