Tuesday, November 15, 2005

Matrimonio ABC1


Me encantan los matrimonios... es un momento único, durante alrededor de 5 horas uno presencia cómo dos personas se juran amor eterno, bailan toda la noche al ritmo de la tan reconocida "música de matrimonio", se sacan fotos con gente que en su perra vida han visto (es más, los invitan a comer, tomar y bailar gratis) y realizan una serie de ritos pseudo prehistóricos como tirar el ramo o mantear al novio. Me encantan... bueno, me encantaban.
Sï, en pasado, hasta que tuve la oportunidad de ir a un autético matrimonio ABC1. Advertida de que comiera como señorita (es decir, no sacar de a dos canapés y máximo 3 postres) partí con pololo incluido al matrimonio de una de sus amigas.
Yo, acostumbrada a la marcha nupcial, al arroz despues de la Iglesia, a pelearme el ramo y las cintitas de la torta y, por supuesto, al bailongo cumbianchero, me puse mi mejor traje prestado y partí. Pero este era otro tipo de matrimonio...
Para ilustrar el contexto, sólo diré que la novia estuvo tomando clases de método de Billing antes del matrimonio y que en las bancas de la Iglesia estaba sentada la mitad del PIB de Chile. Además, el coro de la misa estaba compuesto por el grupo Ariztía (Sí... Para que no se muera este amor, No es mi culpa, No te olvido y todos esos great hits) y la primera lectura hablaba sobre las cualidades necesarias de una buena ama de casa. Nada mal, si se tiene en cuenta que se escribió hace más de dos mil años.
Igual estuvo bonito, eso sí que a la novia la noté medio nerviosa a la salida de la Iglesia (mucha clase de método de Billing debe ser). Pero daba lo mimo. Ya tendría tiempo de relajarse en la fiesta.

Llegamos y estábamos sentados en la mesa nº 43. Si mis elementales matemáticas no me fallan y considerando que éramos la última mesa (casi metidos en la cocina), el total de invitados ascendía a 430... la creme de la creme. Ahí nos sentamos. De los otros 8 conocía a 4 (los mejores amigos de mi pololo). Otras dos parejas eran amigas casadas de la novia (que actualmente se dedican a sacar su EsErEi) y por último una amiga más que le hace los puntos a novio, la eterna compañera de matrimonios hasta que yo irrumpí en su vida. Cuál sería mi sorpresa al comprobar que fue sola y que me miraba con una no amigable cara de "púdrete".
En fin... comenzó el vituperio y métale comiendo. Menos mal que habíamos alcanzado con uñas y dientes a estar en los invitados "in comida" y no "después de las 12", porque la comida estuvo bien buena y (al contrario de lo que aventuraba el contexto social) abundante.
Yo, por supuesto, esperaba con ansias el minuto del postre. Y ahí llegó... ese maravilloso mesón lleno de delicias: suspiro limeño, kuchen, tortas, me esperaba cruzando el escenario... mi pololo me pegó una sola mirada de "Soooo" y entendí. Tuve que esperar.
Cuando por fin se dignó a acompañarme ya no quedaban suspiros limeños. Mientras él se srvía un panqueque yo daba vueltas por el mesón buscando si alguien se apiadaba de mí. Por más que miré a cuanta vieja se me cruzó con cara de "Estás gorda, cédeme el suspiro", nada dio resultado. Finalmente tuve que conformarme con un pedazo de torta de chocolate, otro de merengue frambuesa y dos panqueques. A esa altura "el gordo" ya me había dejado sola.
Me dispuse a cruzar el escenario tan monona en mi vestido prestado, chalitas nuevas y plato lleno en mano cuando no me di cuenta de que el suelo estaba mojado. Como película gringa (estilo American Pie) me resbalé y caí de medio poto, patas abiertas y no recuerdo más, porque me paré tan rápido que ni yo me di cuenta. Aparte de dos rucios ociosos que estaban instalados en el bar desde que llegaron, nadie más parecía percatase. Los postres estaban intactos así que apuré el paso y volví a la mesa. Ojalá la bruja solitaria no se haya percatado... capaz que hasta ella haya echado agua en el piso.
Con lágrimas en los ojos le digo a mi príncipe azul que me fui de hoci al medio de la pista. Me mira, se ríe y me dice: "Sólo a ti, Cony Hola. Pero relájate, ni se te nota". ¡Grrrrrrrrrr! ¿Qué parte del manual "Lecciones mínimas de decencia para ser un buen pololo" no se leyó?
Ya... filo. Que comience la fiesta. Empezó la música y después de un par de rock and roll para lolosaurios pusieron el Galeón Español. "Qué raro", pensé yo, "siempre ponen esa música más adelante". Lo que no sabía es que ese tema y el Juan Luis Guerra que pusieron después iban a ser las dos únicas canciones correspondientes al género "música de matrimonio". Después de eso, puro anglo, prisioneros, Miranda y ochentero. Bueno para la casa o para disco "todas las tendencias", pero no para casorio.
Cuando el dolor de pies no valía la pena de la música, partí a sentarme un rato. En eso las amigas casadas conversaban sobre el gordo y las bondades de votar por Lavín (por lo menos eran ciudadanas) y yo me mando el comentario: "¿A qué hora vendrá el ramo?" Me miran atónitas. La solitaria esboza una sonrisa y mi pololo me mira con cara de "Ya te salió la provinciana que llevas dentro". Al oído me dice "En este tipo de matrimonios es una rotería tirar el ramo". "Ah bueno", digo yo. Como para salir del paso hago como que miro alrededor y pregunto por la torta de novia. "No se usa" me responde una de las amigas no casadas. "Chuta", pienso yo. "¿Y qué se usa?", pregunto. Las amigas casadas (que probablemente tampoco tiraron el ramo ni tuvieron torta de novia) miran a novio como "de dónde la sacaste" y yo, que puedo defenderme solita, exclamo: "Entonces yo quiero un matrimonio picante no más". Todos me miraron y partimos a bailar. Pero es verdad... si algún día piso el palito y me caso voy a ser más parecida a la Martuca que a la amiga método de Billing. Porque si me gustan los matrimonios es por los ritos pernos y picantes, como tirar el ramo, la liga, la cintita y el manteo al novio y no porque vaya gente importante o porque haya mushica alternativa. Yo quiero un matrimonio c2 c3 pero que nadie salga pelando, mucho menos escribiendo una columna en un blog sobre el tema.

Monday, November 14, 2005

Está weño el 13!


Detesto decirlo, pero yo no soy de esas personas que tienen sueños de infancia, que siempre han querido ser "algo cuando grandes" y ahora es cuando. Yo no. Será porque siempre he tenido facilidades para una diversidad bastante heterogénea de cosas (partiendo por matemáticas y terminando en la literatura, pasando hasta por la cocina) o porque soy indecisa por excelencia, pero así como nacer para la tele (como dijo una vez una compañera "Yo nací para la tele" Ufff!)... no.
Menos mal, porque sino estaría con depresión. No sé si nací para la tele, pero por lo menos la tele, en los términos en que está planteada ahora, no nació para mí.
Si hay algo que me ha quedado claro en estos 4 años es que no quiero reportear en prensa diaria ni hacer depachos en tacos, mini y escote tipo "Sí Antonio, estamos acá en el aeropuerto esperando la llegada de Juan Gabriel", pero bueno... por inercia tiré un currículum para la prueba de prensa de Canal 13. No es que me interese, pero siempre es bueno experimentar esa apasionante prueba de cámara que te toman los talentos innatos del periodismo nacional como Jorge Hans o Matilde Burgos.
Luego de semanas de espera recibí una llamada. Era un martes, 10 de la noche, yo había estado todo el día en cama por una infección primaveral.
"Hola, mi nombre es (no me acuerdo), soy el productor general de prensa de Canal 13"
"..."
"Ehhh... bueno, disculpa que te llame a esta hora, pero te quería contar que quedaste seleccionada para hacer tu práctica en producción". El subtexto era "Date con una piedra en el pecho que te estamos llamando porque somos tan pero tan importantes". Guardé silencio, cosa que al parecer descolocó a mi interlocutor. No podía soportar que yo no le respondiera con efusividad a tan tamaña deferencia.
Por mientras yo pensaba la mejor forma de responderle diplomáticamente que se metiera su producción por donde mejor le cupiera, porque yo no postulé a eso y porque, al parecer, no eran los únicos con alma dadivosa Yo ya había quedado seleccionada para hacer la práctica en Reportejes de El Mercurio, sección que por lo demás yo misma había elegido y no una dudosa selección que ni por prueba de conocimientos había pasado, como la del señor productor.
"Bueno y, ¿te interesa?", me preguntó impaciente.
"¿La verdad? NO", le contesté con su mismo tono de falso entusiasmo. Por primera vez no supo cómo romper el silencio. Así que seguí yo: "Yo no postulé a producción". Más que un dato de mi vida, le estaba pidiendo una explicación.
Su seguridad se fue quebrando "Ah... es que como que nos repartimos los currículums y, bueno, el tuyo me llegó a mí".
"Habrá volado", pensé yo. Porque de ninguna otra manera me explicaba cómo teniendo sólo el curriículum como base habían decidido llamar a algunos a produccción y otros a periodistas, siendo que todos postulamos a lo mismo y que yo tenía (objetivamente hablando) un currículum mejor que muchos de los que habían llamado. "Y en dónde haría la práctica"
"¿Cómo en dónde?", se río el señor productor de mí. "¡En producción po!". Gol para él
"Eso me queda claro, estoy preguntando en qué: prensa, matinal, reportajes, infantil..." golazo para mí.
"Ah... en prensa".
"Ah no, gracias... menos". Se nota que no me conocía, sino no me hubiese llamado para ofrecerme un agradable verano sentada frente a un teléfono all day long llamando gente para que otros probablemente más bonitos o telegénicos que yo los entrevisten.
"Ok... nos vemos, chao".
"No, no nos vemos", pensé yo, porque en un canal (o en un área de un canal) donde el peso intelectual está supeditado a una foto currículum y ni siquiera hacen una prueba de preselección como para reconocer talentos más allá de dicha foto, no me interesa trabajar. Así que sorry, pero NO nos vemos en el 13!