Correr el riesgo (Happy par de patos)
Aviso de utilidad pública: la siguiente columna no es graciosa. Pero será sólo una vez, lo prometo. No es que me haya puesto mamona y haya volcado la línea editorial de mi blog hacia uno tipo “penshamientosh filoshóficosh que nunca me publicarán en ninguna parte”, pero hoy quiero hacer un stop.

Un comercial que me gustaba mucho decía una frase muy sabia. Mostraba a una guagua recién comenzando a caminar. Entonces, cuando estaba a punto de caerse, paraba y se afirmaba de algo. se escuchaba una voz de locutor FM que decía: Hay que saber parar para poder seguir. Eso es lo que haré con este post.
Sí… un parelé, como quien dice. Y creo que me lo merezco. Acabo de cumplir 22 años y si bien me demoré un poco, este post es en honor a mi cumpleaños. Alguien me hizo la siempre inteligente pregunta: “Qué se siente”, y bueno, tomando en cuenta que estaba en la pega, sin mucha fanfarria, sin ni siquiera soplar las velas y con un canto improvisado a las 20:00 horas cuando alguien se acordó de que la practicante estaba de cumple, la respuesta fue: “Igual que siempre”. Primera vez en la vida que no me di cuenta de mi cumpleaños. Y claro, cómo no, si ahora hay cosas más importantes.
Conversando con alguien llegamos a la conclusión de que los 22 es una edad FOME. Ya pasaron los 15, los 18, los 21 y bueno… ahora quedan los 50… y sería. Para de contar. Y entonces, cuando me di cuenta, ya estaba pensando en encontrarle algo entretenido, algo novedoso… algo salvable, digámoslo así. Y empecé a pensar que este es el año de los finales.
Uy sí, que salvable… finalicé una relación de un año, finalizo la universidad y toda una etapa… tomando en cuenta la trilogía “salud, dinero, amor”, lo único que me falta es morirme, pensé.
Como no estamos aquí para hablar de vida privada —sólo cuando el post es en talla, para reírse y no para deprimirse—, pasamos al segundo punto.

Decidí tomármelo por el lado positivo. Técnicamente no es un año de finales, sólo de traspasos. Cual Bachelet, me siento como de ministra a Presidenta (aunque no rime). Porque al final es una etapa, como muchas más, como tantas otras a las que sobreviví. La diferencia es que esta la voy a vivir.
Por fin tendré que empezar a trabajar y a mí eso nunca me ha dado susto. La verdad, esto de terminar la etapa del crecimiento —sonó como a comercial de leche Nido— no puede ser tan malo. Empezar a ganar plata, independizarse… por fin dejaré de ser agrandada para comenzar a ser verdaderamente grande.
La verdad es que adoro la Universidad. Al contrario de lo que algunos estudiosos en la materia (léase: "mi vida") piensan o andan pregonando en eventos sociales—cuento aparte, para otro post—, lo pasé bien, muy bien. Si tuviera que volver a estudiar, cien por ciento donde mismo… en ese sentido soy toda una chica PUC —sólo en ese sentido, por favor— encuentro que la Universidad es top —top top top galla— y yo por lo menos lo pasé increíble. Y, al contrario que en la época del cole, me da una pena enorme que se acabe. No sé qué va a ser de mi vida sin ese mundo, que me acogió bastante bien, dentro de todo.
Porque el mundo que viene es duro… oh sí. Ahora sí que a rascarse con sus uñas cabros, ahora sí que sin mandarse condoros con las fuentes ni comentarios desubicados, porque todo cuesta caro. Ahora sí que vienen los aserruchamientos de piso heavies —léase post anterior “¿Mala mujer?”— pero saben qué más: yo me la puedo. Sí, porque para bien o para mal soy tanto o más fuerte que el mundo que se viene. Y no puede ser tan malo, si al final la mayoría de la gente trabaja.
Y así me di ánimo en mi cumpleaños-día de cierre. Y así me inspiré para sacar mis reportajes con la mejor tinca. Y así al día siguiente me desperté feliz y esperé a mi familia, que incondicional y acolchonada como siempre me vino a ver a Santiago para celebrar mi cumpleaños.
Porque al final todo apunta para allá y todo vuelve al origen. Y uno empieza a ser grande para tratar de parecerse lo más posible al ejemplo. Por supuesto que corregido y aumentado.
Y así llegó esta Cony, versión 22.0, reloaded y de cara a un gran año, sí, un gran año, porque lo grande se lo pone uno (ya, los rotos, ¡les dije que este post era serio!)
Como me dijo una gitana una vez por ahí —aunque le pique a muchos— “usté mija tiene la estrellita del éxito pintada en la frente”… es hora de comenzar a mostrarla a nivel más global.